NOSOTROS, LOS MEJORES



El Presidente Piñera recorre Europa invitando al mundo a hacer las cosas al estilo chileno. "Do it the chilean way", es el slogan. En Chile, sin embargo, hay niños en cuya educación se gasta 500 mil pesos mensuales, mientras que en otros apenas se invierten poco más de 40 mil. Luego esta sociedad de la libre competencia los pone a todos en una pista de carrera y en función de cuánto rindan, qué puntaje tengan, qué capacidades muestren, les entrega mejores o peores lugares sociales. Las familias que ganan son las que más gastan, y sienten que sus hijos son los mejores, pero lo cierto es que esto es todo menos una competencia justa. Juan Andrés Guzmán co-fundador de Juegos de Mate, habla aquí de la responsabilidad que tienen las elites en esta parodia de competencia que debiera avergonzarnos a todos.


Por Juan Andrés Guzmán

A veces me da pena Lavín, lo digo en buena. Porque yo gasto, no sé, 250 mil pesos mensuales en el colegio de mi hija, y eso es sólo para que cruce la puerta del establecimiento. Después, en la tarde del lunes, va a un taller de música, el martes a uno de pintura y dos veces a la semana practica deporte. Y la abuela viene los jueves a estudiar con ella inglés. Por las noches trato de llegar temprano para que leamos o conversemos de lo que ha aprendido en el colegio. Siempre revisamos los cuadernos, estamos pendientes de hablar con ella de temas de actualidad que le expliquen el mundo, que la hagan preguntarse cosas; que sepa que tiene mucha suerte y que tiene que esforzarse.

Por supuesto me siento orgullosísimo de sus logros, de lo que escribe, de lo que piensa cuando lee algo o cómo se esfuerza en el deporte y en la música. Y siento lo que muchos padres: que le estoy dando lo que se necesita para que pueda decidir con más libertad lo que quiere, para que sea una persona abierta, curiosa y bueno, también preparada, porque va a tener que competir, qué pena decirlo, pero es así, va a tener que estar bien preparada para competir.

Por supuesto no se trata solo de plata, aunque un buen economista podría meter toda nuestra vida en una juguera y monetarizar cada libro comprado, cada minuto dedicado al repaso, cada vuelta a la pista de atletismo y cada corrección de la pronunciación hecha con la abuela y decir que en esta niña se invierte, no sé ¿400 mil pesos?

Pero entonces veo, al pasar, un estudio del PNUD que entre otras cosas dice que miles de familias chilenas gastan solo 10 mil pesos en la educación de sus hijos. Y me quedo pensando en los niños de los colegios rojos y más que rojos, negros. No puedo explicar bien aquí toda la desesperación que me provocan los niños educados a 10 mil pesos mensuales. Sé para donde van esos destinos. No es necesario ser pitoniso. Por el contrario, es necesario ser muy canalla para no admitir que sabemos hacia donde están siendo empujados. Hacia la pobreza, la ignorancia. Hacia el mundo retratado por otro estudio -de la Universidad de Chile, en 2001- que decía que el 50 por ciento de nuestra fuerza laboral no es capaz de entender las instrucciones de un frasco de remedio. Empujados hacia los bajos sueldos que luego se explican a través de la baja capacitación de la fuerza de trabajo, baja capacitación que se definió desde los 3 años de vida, cuando unos pudieron ir a un jardín y otros no.

Estos niños están siendo condenados a ser parte de la fuerza laboral que gana menos de lo que yo gasto en educar a mi hija y se desloman por ese salario y ni siquiera pueden plantearse llegar temprano a casa para leerle a sus hijos. Ninguno de los placeres ni las opciones que ofrece la cultura se alcanza tartamudeando en la lectura o sin saber las operaciones básicas. Pero quién puede preocuparse de la cultura cuando dependes de un patrón al que se le ocurren cosas como abrir el negocio tres días seguidos, sin parar.

Entonces cada acto de preocupación hacia mi hija termina teniendo un lado amargo. Y es este: en algún momento, en esta sociedad de la libre competencia, los jóvenes de a 10 mil al mes serán puestos en una pista junto a los de 250 mil y los de 500 mil al mes. Y yo haré barra por mi hija como debe hacer todo padre. Y en función de cuánto rindan, qué puntaje tengan, qué capacidades muestren, ocuparán lugares en la sociedad. Pero eso es todo menos una competencia justa. Es una trampa, una vergüenza.

Por supuesto, no es novedad lo que expreso aquí. Nosotros, los profesionales de hoy, los que pasamos el colegio con Pinochet y la universidad con la Concertación, somos tal vez la primera generación que usufructuó de ese tipo de “competencia”. Por ello, aunque mis padres eran pobres de los 60 y pudieron estudiar en la universidad, yo en muy contadas ocasiones me he encontrado con colegas que hayan tenido una infancia pobre, que hayan jugado a la pelota en las calles de La Pintana, Pedro Aguirre Cerda, Lo Espejo y que a través de la educación hayan alcanzado un nivel mejor que el de sus padres. ¿Dónde están ellos? Mi generación, me refiero a los profesionales de 40, suele creer en la competencia, pero no asume que le despejaron el camino: no se da cuenta de lo privilegiada que ha sido. Como esos juegos de computador que tienen claves para armar mejor al héroe o saltarse las etapas difíciles u obtener más vidas de las que especifican las reglas, nosotros hemos tenido claves para avanzar mejor en el juego de la vida laboral. El gran mérito para lograrlo fue tener la capacidad de nacer en la familia correcta. Y después de usar todos los trucos posibles –saber inglés cuando en los municipales ni el profe lo sabe, conocer a tal persona porque fuimos al mismo estadio, poder resolver ciertos problemas matemáticos porque nuestro profesor explicaba bien-, después de todo eso, solemos decir que somos buenos en el juego, que estamos altamente capacitados, que llegamos primeros a la meta, limpiamente.

Tengo una amiga muy inteligente, muy capaz y destacada que está haciendo un magister afuera en una universidad de alta exigencia. Y ha sufrido como jamás en una universidad chilena. Afuera, al menos en algunas zonas de Europa y Asia, no le despejan el camino a las clases medias y a las élites haciendo que los hijos de pobres permanezcan en la más indigna ignorancia en sus colegios rojos.

Da pavor el mundo desigual e injusto que les dejamos a nuestros hijos. Y yo, que no he hecho mucho por cambiar eso, me imagino entonces cómo se debe sentir Lavín, que desde el ministerio está a cargo de esta realidad. Y también Piñera; y para que no crean que esta es una crítica política, lo que debe sentir toda persona de derecha o de la Concertación que tiene a sus hijos en los colegios donde se educa la elite. A ellos, mis gastos pueden parecerles una superchería. Y me imagino lo duro que es saber que tu hijo está ahí y que saldrá directamente a un puesto de poder, a trabajar en la gerencia de la empresa de su padre o de su amigo de curso, -porque esos colegios brindan más que excelencia académica, redes de contactos futuros-. Debe ser difícil dormir pensando en que tu hijo tiene todas las claves a disposición y que tendrá una buena vida independientemente de si se esfuerza o es un patán.

Imagino la culpa que debe sentir entonces Lavín de solo limitarse a señalar que los colegios son rojos, él, que sabe por su experiencia y por la de sus prolíficos amigos, todo lo que hay que gastar en una buena educación. La culpa que debe sentir al ver la subvención de 40 mil pesos por alumno y tener que exigir que con esa porquería de recursos los hijos de los pobres lleguen al nivel de sus hijos. Una vocecita muy honda tiene que estarle diciendo “Joaco, tu sabes que no es así”. Y tiene que volver a su casa y ver a sus hijos o los niños que viven en el barrio y preguntarse qué habría sido de ellos si no hubieran sabido nacer allí. Debe ser terrible creer honestamente en la competencia y ver que la que te toca organizar, esa competencia que es tan clave en la vida de cada uno, resulta una grotesca parodia, una carrera abusiva donde unos se deslizan y otros deben saltar mil obstáculos y ni siquiera ya se presentan a la carrera. Pobre.


*Columna inspirada en las reflexiones sobre educación del abogado Fernando Atria.

9 comentarios:

@martin_mo dijo...

Excelente columna. Suscribo completamente.

adela secall dijo...

gracias por ser tan directo y claro !!! buena columna .
adela secall

Alfredo dijo...

Tu columna adolesce de varios errores, generalizaciones y omisiones. Lo digo en buena. Tengo 17 años de experiencia en educacion y todos ellos trabajados en sectores vulnerables. Solo un dato para no entrar a analizar cada punto de tus dichos: mis padres no terminaron el colegio y solo pudieron enviarme a instituciones estatales de la epoca de Pinochet. Pudiendo estudiar derecho o cualquier ingenieria por mi buen puntaje, preferi pedagogia. En la universidad me alcanzo la democracia, sin embargo, tuve que pagar 12 años el credito con el que estudie (by the way, hoy me pagarian por estudiar lo mismo debido a esa penosa politica de Lavin de fomentar el estudio de la pedagogia entre los buenos estudiantes). Pero lo peor que veo hoy, es que varios de mis compañeros de colegio que solo llegaron hasta el Liceo publico ganan hoy mas que yo. Eso es lo peor y lo mejor al mismo tiempo, las oportunidades estan no solo para los que pagan para que sus hijos vayan a un colegio cuico. Otra cosa es que Ud. no quiera ver aquello.

Tituz dijo...

Falso, falso, falso...
Discrepo del fondo de tu columna.
Nacía y crecí en la vilipendiada clase media, tan maltratada por los últimos gobiernos.
Con mucho esfuerzo mis padres, profesora y carabinero, me matricularon en el mejor colegio municipal de Chile: El Instituto Nacional.
No fui de los más brillantes pero estudié lo que quise. Hoy puedo ejercer mi carrera de Historiador como investigador en diversos ámbitos y combinarlo con el arte de la fotografía.
Siempre que reviso diarios y revistas encuentro otra cosa que sí te da al "invertir" en la educación de tu hija: Una red de contactos que serán fundamentales cuando salga de la universidad o busque una beca.
Y ahí entro al grave problema como sociedad: no saber dar oportunidades a los que no son "hijos de" "compañero de colegio de" o "viene de parte de". En buen chileno el vil pituto.
El otro día lo veía en un documental: un exitoso científico chileno que estudió en USA hoy es investigador de Oxford. Acá ni siquiera le dieron una beca para la plata de la micro.
Creo que si dan más oportunidades, que en gran cantidad de veces no involucran sumas de dinero, puedes hacer que cada uno pueda mostrar lo mejor de sí.
No creo que el saber esté condicionado a cuanto "inviertes". Conozco a mucha gente que teniendo dinero fácil, ni siquiera hacen terminar cuarto medio a sus hijos. Lo que falta es Cultura.

Anónimo dijo...

Me parece que titus no está muy atento cuando lee. El autor de esta columna, que puede gastar 400 mil pesos en la educación de su hijo, muestra, con ese puro hecho que pertenece al primer decil de ingresos. El grueso de la población chilena gana menos que eso. Por lo tanto no se puede decir que hay mucha gente que gana plata y que no invierte en educación. Eso no es cierto, porque son pocos en Chile los que ganan lo suficiente para gastar 400 mil en un hijo. Hay muchas cosas que influyen en la educación pero hay que ser ciego para no darse cuenta de que el mapa de la mala educación coincide, salvo algunas excepciones con el mapa de la pobreza.

Anónimo dijo...

Me parece una falacia generalizar a partir de uno o algunos casos.
Creo, con todo respeto, que si Alfredo ha trabajado durante tanto tiempo en sectores vulnerables, sabe que el problema no es sólo de oportunidades, ni de educación formal. Tiene que ver con una cantidad enorme de factores, que, como dice Anónimo, suelen coincidir con el mapa de la pobreza.
Cómo le pedimos a un niño con carencias afectivas y muchísimas otras, que ponga atención en clases? Cómo le pedimos a un niño que ponga atención en clases si él sabe que su destino está en ponerse a trabajar en lo que sea para cooperar con su familia?
Creo que claramente el problema de la pobreza en Chile está en la educación, pero no en sólo en la educación formal, sino en muchos tipos de educaciones, a las que hoy, lamentablemente se accede por dinero.
Hacen falta reflexiones como las del columnista, porque el cambio tiene que venir, también, desde la sociedad civil
Melissa

Anónimo dijo...

Comparto el parecer del columnista en "casi" todo.
El "casi" que impide el calce perfecto de opiniones lo constituyen los siguientes puntos:
1) A Lavín no le importa la educación en Chile. Su nombramiento y permanencia en la cartera de educación es una verguenza nacional, dado que dicho demagogo fue director de una Universidad y sigue siendo codueño de una inmobiliaria que lucra arrendando bienes raíces a la misma "fundación" que él dirigió.
2) Además de la educación formal, todos -y en grado particular los niños- estamos afectos a un bombardeo de conceptos equivocados tanto referentes al modo de relacionarnos, como a la manera de enfrentar los grandes asuntos de la vida. Habría que entender que la verdadera educación cambiar todo el sistema de comunicaciones para que en verdad fuésemos más libres al abordar con sentido crítico cualquier marco de ideas.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con Alfredo. Soy Profesora., Periodista y Magíster en Educación, pero pese a mi currículum y a lo buena alumna que he sido, gano menos de 400 mil, o sea gano menos de lo que invierte Alfredo en su hija. ¿Qùé hice mal? Nací de una familia sin contactos, mi madre es profesora y madre soltera, nos educó a mí ya mi hermano con puro esfuerzo y pasando hambre, literalmente. Tuvimos todo tipo de becas y somos hijos de la universidad estatal, excelentes alumnos, estudiosos, trabajadores y responsables, pero sin capital para invertir. Cada vez que puedo, intento hacerme de un contacto, lucho a diario por una mejor oferta y me enfrento cotidianamente con el fantasma del fracaso. Lo peor de todo es la conciencia de saber que te mereces más, pero que no está la oportunidad para alcanzar las expectativas.
Creo, de verdad que en este país si se nace pobre, se muere pobre; y peor aún, si se nace ignorante, se muere más ignorante. Este es un modelo y el modelo caló profundo, pasará mucha agua bajo el puente y va más allá de las lucas que se invertirán, tiene que ver con formación y con sentido de pertenencia. Actualmente el pobre no se siente parte de la sociedad, es un ente ajeno, despreciado y abusado, este país no genera identidad y el pobre sabe que su lugar ya está escrito y no asume con responsabilidad civil que puede convertirse en egente de cambio.
Además el pobre, producto de este mezquino sistema, ya no sólo es pobre, sino que pertenece a una clase nueva, con valores contrarios a los socialmente válidos, egoísta y hedonista, sin fuerza unitaria y el rico por su parte, lo sabe y se defiende.
Ese es nuestro país. Ese es mi país. Yo lo quiero, pero The Chilean Way es la falacia fácil de digerir por la masa, sedienta de nuevas anécdotas para pasar el día.

Anónimo dijo...

Temo, que una gran cantidad de padres y apoderados, creen que pagar mas significa mejor. Pagar 10 años de educacion, es decir Prekinder a 8 basico un ritmo de $250mil pesos da la friolera cantidad de $25millones para que egrese de 8vo basico... creo sinceramente que no pagan por los hijos, sino por el juicio del circulo social, si es que no lo matriculan en un colegio "bueno" y por el apreciado estatus.