Una clave del éxito en Finlandia:



Por Claudia Sanhueza, doctora en Economía de la Universidad de Cambridge, profesora facultad de Economía y Negocios de la Universidad Alberto Hurtado.


Supongamos que usted tiene dos hijos, levemente diferentes en sus capacidades. Y supongamos que usted prevé que cuando los lleve a postular al colegio en el que usted quiere que se eduquen, uno de ellos no será seleccionado. En este caso, la mayoría de los padres llevaría a ambos niños a otro colegio. Aunque también es posible que frente a las dificultades de su hijo usted lo ayude a mejorar su nivel –con especialistas, por ejemplo-, y el muchacho pueda superar la prueba.



Imagínese que los niños de Chile son esos hijos. Imagínese que les quisiéramos dar a todos las mismas oportunidades y que por ende, los quisiéramos a todos en el mismo colegio. En este contexto, para que el más atrasado aprenda bien habría que invertir más en él, con un profesor adicional en la sala, por ejemplo.

Bueno, ese sistema es el mejor del mundo. Esa es la clave del éxito en Finlandia. Aceptar a todos independientemente de sus diferencias, tenerlos a todos juntos y bien revueltos en sus salas, desde primero básico a cuarto medio. Al preocuparse del desempeño de todos, y en particular por el que menos entiende, se logra que a todos les vaya mucho mejor en todo.

No segregan a los alumnos por habilidad, porque si no tendrían a un profesor enseñando fácilmente a un grupo (los más hábiles) en uno de los colegios, mientras otro profesor estaría viendo burros verdes en el colegio contiguo. En el colegio de los menos dotados habría que tener muchísimos profesores para atender a los más atrasados. Este último esquema, totalmente opuesto al Finlandés, ha demostrado grandes limitaciones y ha sido abolido en aquellos países en que se ha instaurado. Dado que este sistema de segregación está en retirada, ¿por qué en Chile se quiere instaurar? ¿Por qué quieren darle lo mejor e invertir más en los más hábiles y
apartar al resto? Inglaterra, cuyo ingreso per cápita es mayor que el de Finlandia, y mucho mayor hace años atrás, tuvo la experiencia nefasta de hacerlo. Se crearon liceos de excelencia llamados "grammar schools" que seleccionaban a los mejores a los 10 años para darles lo mejor. El resto, no importaba mucho. Años después y debido a un intenso debate, este esquema ha terminado. Ahora Inglaterra mira con envidia a Finlandia y trata de dilucidar qué hace diferente. Finlandia no solamente ha superado a Inglaterra en los indicadores internacionales de calidad de la educación, sino en la igualdad y movilidad social, y ha cerrado también la brecha de ingreso per cápita. Ojalá que no nos pase lo mismo a nosotros y seamos capaces de ver el camino correcto, antes que tener que mirar el ejemplo de algún país vecino que tuvo más visión.

Todo lo anterior, no quiere decir que no deban existir los liceos de excelencia. Muy por el contrario, debemos aspirar a que todos los liceos sean de excelencia y no discriminen, y tengan profesores adicionales que ayuden al más desaventajado. Pensar que la enseñanza de calidad requiere segregación es crear un falso dilema. Es también conformarnos, como los ingleses, con tener una sociedad que impide la movilidad social y perpetua las diferencias de ingreso.

1 comentario:

Unknown dijo...

Es bonito mirar a Finlandia como a través de los años se a transformado en una élite ejemplar de sistema educativo, siendo sin lugar a dudas en las mediciones cuantitativas internacionales el mejor, habría que echar un vistazo a las realidades sociales y económicas si es que se quiere hacer una comparación con Chile u otro país de esta región y lo incoherente que puede ser, las reformas educativas neo coloniales mas o menos homogéneas de este lado del atlántico evidencian la intención de los poderes macro económicos de seguir alimentándose de nuestros huertos, para lo que esa homogeneidad les sirve, escenario en el cual un método tan "perfecto" jamas daría buenos resultados.
Y es que esa homogeneidad que se busca para acercarse a la igualdad tan mencionada por nuestros promisorios políticos es inalcanzable porque no somos iguales.
Quizás dejarse de mirar hacia arriba y obnubilarse con tanta maravilla y mirar hacia el frente para ver lo rico que somos histórica, social y culturalmente, mostrándoles a nuestros educandos los infinitos aprendizajes que pueden obtener de esto, pueda paliar la poca experticia de los curriculistas. Ojalá los que escriben artículos como estos y se les da tribuna no sean economistas sin idea de lo que es currículo, que los ministros no sean ingenieros comerciales o algo así, y los buenos educadores tomen esas riendas.
Para que exista movilidad(manoseado termino) debe crearse y recrearse de manera dinámica y dialéctica una educación para la trasformación, con arraigo y esperanza, sin pragmatismo fatalista, con convicciones verdaderas y mucho trabajo.